martes, 28 de abril de 2015

Carta del Padre General a la II Asamblea Ordinaria de MICLA


CONGREGATIO MISSIONARIORUM FILIORUM
IMMACULATI CORDIS B. MARIAE VIRGINIS
(Clarettiani)
SUPERIOR GENERALIS

 

Roma, 1 de febrero, 2015

 

            P. Mario Gutiérrez, cmf.

            Presidente de MICLA

 

            Estimado P. Mario y participantes en la Asamblea de MICLA:


            Ya que no puedo acompañaros personalmente en esta Asamblea, quiero hacerme presente a través de estas líneas compartiendo con vosotros algunos sentimientos y pensamientos que me suscita este momento congregacional que estamos viviendo y, más concretamente, el momento congregacional de América.


            Siento que debo comenzar expresando una profunda gratitud por el testimonio de vida misionera de la Congregación en América. El anuncio del Evangelio sigue siendo la brújula que orienta la vida de la Congregación en este continente, presente en la vida de nuestro Instituto desde los inicios de nuestra existencia, tanto a través del ministerio del P. Fundador en Cuba como de otros muchos misioneros a partir de la primera fundación en Chile. Y a vosotros, los Superiores Mayores de América, os quiero agradecer tanto vuestro servicio a los hermanos, sosteniendo su compromiso misionero, como a la Congregación universal, manteniendo una comunión que nos abre a una solidaridad más allá de los propios horizontes.

 
            Estamos viviendo un momento eclesial esperanzador. Lo comentaba en la carta circular con la que anunciaba la celebración de nuestro XXV Capítulo General. La experiencia eclesial latinoamericana se ha hecho sentir en la Iglesia universal a través del Papa Francisco. Se nos está pidiendo mayor fidelidad al Evangelio y esto supone una adhesión incondicional -la palabra “incondicional” es muy exigente- a Jesús y una gran generosidad para salir hacia donde nuestra presencia sea más necesaria, “las periferias” de nuestro mundo de las que habla tan repetidamente el Papa Francisco o las “fronteras” de la evangelización que nos señalaba a los religiosos el Sínodo sobre la Nueva Evangelización.


            Hemos querido recoger esta llamada en el tema Capitular -“Llamados a evangelizar: testigos y mensajeros de la alegría del Evangelio”- y en el proceso que vamos a seguir en la preparación y realización del Capítulo. Os lo comentaba también en la circular de anuncio. Nos hemos querido centrar en la misión, que es más que el apostolado, porque marca y orienta todas las dimensiones de nuestra vida: espiritualidad, comunidad, formación, apostolado, economía y organización. Cuáles deben ser las características de esta misión y cómo deben encarnarse en las diversas dimensiones de nuestra vida es el tema fundamental propuesto para el discernimiento capitular. No nos perdamos en otras consideraciones que nos pueden distraer de este punto central.

            Necesitamos la aportación de América a este discernimiento. Os comparto algunos puntos que considero  importantes en este sentido.
 

1.      Tanto CICLA como NACLA ofrecieron en su momento estímulos importantes al camino congregacional de reflexión sobre el carisma y sobre la definición de las opciones misioneras de la Congregación. La aportación de MICLA sigue siendo necesaria. Por ello, creo que debéis cuidar más los procesos de reflexión y compartir vuestra aportación para enriquecer con ella a toda la Congregación. Observo un cierto estancamiento en este sentido. Nos hemos vuelto muy inmediatistas y, a veces, incluso parece que nos paraliza la preocupación por obras e instituciones. Os recuerdo lo que el Papa Francisco nos decía  a los Superiores Generales: “el carisma permanece, las obras pasan y cambian”. No dejéis de dedicar tiempo y recursos a profundizar la reflexión sobre nuestro patrimonio carismático y sobre cómo hacerlo hoy alimento de nuestra espiritualidad y estímulo para los proyectos misioneros. Nuestros Centros de estudios teológicos tienen una especial responsabilidad para acompañar estos procesos. Tenéis que seguir preparando personas que puedan ayudar en este sentido.


2.      Me preocupa el estado de salud de nuestra espiritualidad misionera. Observo reticencias en asumir compromisos misioneros en las “periferias”. Nos cuesta incluso mantener presencias en aquellos lugares difíciles que la Iglesia nos encargó confiando en nuestro espíritu misionero y en los que la misión que nos fue encomendada no ha sido todavía completada. No debemos renunciar a mantener allí nuestra presencia y a buscar nuevas formas de expresarla. No cabe duda de que algunas posiciones deberán pasar al cuidado de las iglesias particulares que hemos ayudado a crecer en estos años, pero no podemos renunciar a seguir acompañándolas cuando se trata de lugares donde la pobreza y la marginación siguen marcando la vida de tantas personas que han encontrado en la presencia y la dedicación generosa de nuestros misioneros la motivación para mantener viva su esperanza y la lucha por la dignidad de sus pueblos. Agradezco profundamente el testimonio de tantos misioneros y espero que encuentre continuidad en las nuevas generaciones.


3.      La Congregación se ha abierto a nuevas iniciativas apostólicas en el campo de la educación y de los medios de comunicación social, sobre todo a través de las nuevas tecnologías. Son dos ámbitos que hay que afianzar y que deben expresar siempre las opciones congregacionales de misión. Será importante revisarlos después del Capítulo General a partir de la orientaciones que éste nos ofrezca. Hay que preparar personal para estos ministerios, pero quiero subrayar que esta preparación requiere, además de los necesarios estudios de especialización, una experiencia misionera que conecte profundamente a quienes se van a dedicar a estos ministerios con la vida de quienes sufren las consecuencias de una sociedad centrada en el provecho y en una eficiencia que se mide casi siempre por resultados económicos. El Papa nos esta indicando continuamente desde dónde y hacia dónde tenemos que mirar y a quiénes tenemos que llevar siempre en nuestro corazón y situar al centro de nuestras obras y actividades.
 

4.      Me alegra ver cómo se ha crecido en el ámbito de la pastoral bíblica desarrollando diversas claves hermenéuticas que hacen sentir al pueblo la Palabra de Dios cercana a sus preocupaciones y le ayudan a descubrir su mensaje de vida y esperanza. Seguid trabajando en esta línea. Sería bueno que vuestro trabajo y los encuentros bíblicos ayudaran también el caminar de otras partes de la Congregación con menos experiencia en este campo apostólico.


5.      Veo con gozo el crecimiento en el ámbito de la misión compartida. Compartir la vida y la misión con otros enriquece nuestra experiencia y dinamiza el trabajo misionero.


6.      Durante estos últimos años hemos dado algunos pasos importantes en la reorganización congregacional. Lo hemos hecho respondiendo a las decisiones de los últimos Capítulos Generales. Se trata de una experiencia vivida por la mayoría de las Órdenes y Congregaciones religiosas que tiene la potencialidad de generar dinamismo misionero. Todo depende de la actitud que tengamos ante los nuevos desafíos que la reorganización nos plantea y la disponibilidad ante los nuevos horizontes que nos abre. Veo que en algunos lugares está costando crear un verdadero sentido de pertenencia a la nueva Provincia y abrirse a la comunión con los hermanos y a los nuevos horizontes misioneros que se ofrecen. Hay que consolidar la “cultura claretiana” que es donde nos sentimos todos hermanos, miembros de aquella comunidad iniciada por Claret y unos sacerdotes “a quienes Dios había dado el mismo espíritu” (cf. Aut 489). Si este espíritu está presente, siempre son superables las dificultades que surgen de las distintas tradiciones culturales y aquellas que hunden sus raíces en los miedos que nos asaltan ante los cambios que conlleva la nueva organización congregacional.

 
7.      La Congregación en América se ha visto enriquecida con la presencia de claretianos de otros contextos geográficos y culturales. Esta experiencia de diálogo intercultural exige a quienes llegan apertura y humildad para aprender y un corazón grande para amar a las personas a quienes han sido enviados. Pero pide también a quienes reciben a estos hermanos abrirse a la aportación que ellos pueden ofrecer a las comunidades y apostolados y que va a enriquecer la historia de las Provincias y Delegaciones de América. Por otra parte, pido una renovada apertura a la misión universal de la Congregación a los jóvenes claretianos de América.


8.      Sé que los equipos y encargados de la pastoral vocacional están trabajando con generosa dedicación. La pastoral vocacional es, sin embargo, responsabilidad de todos (cf. CC 58). Cada uno debe preguntarse concretamente: qué he hecho yo por la pastoral vocacional esta semana, este mes, este año. Crear la cultura vocacional es una tarea de todos y exige a cada uno una profunda conversión para que la vida de las personas y las comunidades exprese verdaderamente el carisma misionero que nos debe identificar en la Iglesia. Solamente si vivimos entusiasmados por nuestra vocación, podremos entusiasmar a otros. No olvidéis esta prioridad.


El Papa nos decía a los religiosos: “despertad al mundo”. No puede despertar a nadie quien está dormido. Que esta Asamblea de MICLA y el Capítulo General nos ayuden a vivir vigilantes para que la llamada del Señor nos encuentre dispuestos a ponernos en camino hacia las metas que el Espíritu nos señala hoy.


Gracias al P. Mario y a los otros miembros de la Junta Directiva que han animado la vida de la Congregación en América durante estos primeros tres años de MICLA.


Un abrazo fraterno,

 

Josep M. Abella, cmf.

Superior General

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