CONGREGATIO MISSIONARIORUM FILIORUM
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IMMACULATI CORDIS B. MARIAE VIRGINIS
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(Clarettiani)
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SUPERIOR GENERALIS
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Roma, 1 de febrero, 2015
P. Mario Gutiérrez, cmf.
Presidente de MICLA
Estimado P. Mario y participantes en
la Asamblea de MICLA:
Ya que no puedo acompañaros
personalmente en esta Asamblea, quiero hacerme presente a través de estas
líneas compartiendo con vosotros algunos sentimientos y pensamientos que me
suscita este momento congregacional que estamos viviendo y, más concretamente,
el momento congregacional de América.
Siento que debo comenzar expresando
una profunda gratitud por el testimonio de vida misionera de la Congregación en
América. El anuncio del Evangelio sigue siendo la brújula que orienta la vida
de la Congregación en este continente, presente en la vida de nuestro Instituto
desde los inicios de nuestra existencia, tanto a través del ministerio del P.
Fundador en Cuba como de otros muchos misioneros a partir de la primera
fundación en Chile. Y a vosotros, los Superiores Mayores de América, os quiero
agradecer tanto vuestro servicio a los hermanos, sosteniendo su compromiso
misionero, como a la Congregación universal, manteniendo una comunión que nos
abre a una solidaridad más allá de los propios horizontes.
Estamos viviendo un momento eclesial
esperanzador. Lo comentaba en la carta circular con la que anunciaba la celebración
de nuestro XXV Capítulo General. La experiencia eclesial latinoamericana se ha
hecho sentir en la Iglesia universal a través del Papa Francisco. Se nos está
pidiendo mayor fidelidad al Evangelio y esto supone una adhesión incondicional
-la palabra “incondicional” es muy exigente- a Jesús y una gran generosidad
para salir hacia donde nuestra presencia sea más necesaria, “las periferias” de
nuestro mundo de las que habla tan repetidamente el Papa Francisco o las
“fronteras” de la evangelización que nos señalaba a los religiosos el Sínodo
sobre la Nueva Evangelización.
Hemos querido recoger esta llamada
en el tema Capitular -“Llamados a evangelizar: testigos y mensajeros de la
alegría del Evangelio”- y en el proceso que vamos a seguir en la preparación y
realización del Capítulo. Os lo comentaba también en la circular de anuncio.
Nos hemos querido centrar en la misión,
que es más que el apostolado, porque marca y orienta todas las dimensiones de
nuestra vida: espiritualidad, comunidad, formación, apostolado, economía y
organización. Cuáles deben ser las características de esta misión y cómo deben
encarnarse en las diversas dimensiones de nuestra vida es el tema fundamental propuesto
para el discernimiento capitular. No nos perdamos en otras consideraciones que
nos pueden distraer de este punto central.
Necesitamos la aportación de América
a este discernimiento. Os comparto algunos puntos que considero importantes en este sentido.
1.
Tanto CICLA como NACLA ofrecieron en su momento
estímulos importantes al camino congregacional de reflexión sobre el carisma y
sobre la definición de las opciones misioneras de la Congregación. La
aportación de MICLA sigue siendo necesaria. Por ello, creo que debéis cuidar más
los procesos de reflexión y compartir vuestra aportación para enriquecer con
ella a toda la Congregación. Observo un cierto estancamiento en este sentido.
Nos hemos vuelto muy inmediatistas y, a veces, incluso parece que nos paraliza
la preocupación por obras e instituciones. Os recuerdo lo que el Papa Francisco
nos decía a los Superiores Generales:
“el carisma permanece, las obras pasan y cambian”. No dejéis de dedicar tiempo
y recursos a profundizar la reflexión sobre nuestro patrimonio carismático y
sobre cómo hacerlo hoy alimento de nuestra espiritualidad y estímulo para los
proyectos misioneros. Nuestros Centros de estudios teológicos tienen una
especial responsabilidad para acompañar estos procesos. Tenéis que seguir
preparando personas que puedan ayudar en este sentido.
2.
Me preocupa el estado de salud de nuestra
espiritualidad misionera. Observo reticencias en asumir compromisos misioneros
en las “periferias”. Nos cuesta incluso mantener presencias en aquellos lugares
difíciles que la Iglesia nos encargó confiando en nuestro espíritu misionero y
en los que la misión que nos fue encomendada no ha sido todavía completada. No
debemos renunciar a mantener allí nuestra presencia y a buscar nuevas formas de
expresarla. No cabe duda de que algunas posiciones deberán pasar al cuidado de
las iglesias particulares que hemos ayudado a crecer en estos años, pero no
podemos renunciar a seguir acompañándolas cuando se trata de lugares donde la
pobreza y la marginación siguen marcando la vida de tantas personas que han
encontrado en la presencia y la dedicación generosa de nuestros misioneros la
motivación para mantener viva su esperanza y la lucha por la dignidad de sus
pueblos. Agradezco profundamente el testimonio de tantos misioneros y espero
que encuentre continuidad en las nuevas generaciones.
3.
La Congregación se ha abierto a nuevas iniciativas
apostólicas en el campo de la educación y de los medios de comunicación social,
sobre todo a través de las nuevas tecnologías. Son dos ámbitos que hay que
afianzar y que deben expresar siempre las opciones congregacionales de misión.
Será importante revisarlos después del Capítulo General a partir de la
orientaciones que éste nos ofrezca. Hay que preparar personal para estos
ministerios, pero quiero subrayar que esta preparación requiere, además de los
necesarios estudios de especialización, una experiencia misionera que conecte
profundamente a quienes se van a dedicar a estos ministerios con la vida de
quienes sufren las consecuencias de una sociedad centrada en el provecho y en
una eficiencia que se mide casi siempre por resultados económicos. El Papa nos
esta indicando continuamente desde dónde y hacia dónde tenemos que mirar y a
quiénes tenemos que llevar siempre en nuestro corazón y situar al centro de
nuestras obras y actividades.
4.
Me alegra ver cómo se ha crecido en el ámbito de la
pastoral bíblica desarrollando diversas claves hermenéuticas que hacen sentir
al pueblo la Palabra de Dios cercana a sus preocupaciones y le ayudan a
descubrir su mensaje de vida y esperanza. Seguid trabajando en esta línea.
Sería bueno que vuestro trabajo y los encuentros bíblicos ayudaran también el
caminar de otras partes de la Congregación con menos experiencia en este campo
apostólico.
5.
Veo con gozo el crecimiento en el ámbito de la misión
compartida. Compartir la vida y la misión con otros enriquece nuestra
experiencia y dinamiza el trabajo misionero.
6.
Durante estos últimos años hemos dado algunos pasos
importantes en la reorganización congregacional. Lo hemos hecho respondiendo a
las decisiones de los últimos Capítulos Generales. Se trata de una experiencia
vivida por la mayoría de las Órdenes y Congregaciones religiosas que tiene la
potencialidad de generar dinamismo misionero. Todo depende de la actitud que
tengamos ante los nuevos desafíos que la reorganización nos plantea y la
disponibilidad ante los nuevos horizontes que nos abre. Veo que en algunos
lugares está costando crear un verdadero sentido de pertenencia a la nueva
Provincia y abrirse a la comunión con los hermanos y a los nuevos horizontes
misioneros que se ofrecen. Hay que consolidar la “cultura claretiana” que es
donde nos sentimos todos hermanos, miembros de aquella comunidad iniciada por
Claret y unos sacerdotes “a quienes Dios había dado el mismo espíritu” (cf. Aut
489). Si este espíritu está presente, siempre son superables las dificultades
que surgen de las distintas tradiciones culturales y aquellas que hunden sus
raíces en los miedos que nos asaltan ante los cambios que conlleva la nueva
organización congregacional.
7.
La Congregación en América se ha visto enriquecida
con la presencia de claretianos de otros contextos geográficos y culturales.
Esta experiencia de diálogo intercultural exige a quienes llegan apertura y
humildad para aprender y un corazón grande para amar a las personas a quienes
han sido enviados. Pero pide también a quienes reciben a estos hermanos abrirse
a la aportación que ellos pueden ofrecer a las comunidades y apostolados y que
va a enriquecer la historia de las Provincias y Delegaciones de América. Por
otra parte, pido una renovada apertura a la misión universal de la Congregación
a los jóvenes claretianos de América.
8.
Sé que los equipos y encargados de la pastoral
vocacional están trabajando con generosa dedicación. La pastoral vocacional es,
sin embargo, responsabilidad de todos (cf. CC 58). Cada uno debe preguntarse
concretamente: qué he hecho yo por la pastoral vocacional esta semana, este
mes, este año. Crear la cultura vocacional es una tarea de todos y exige a cada
uno una profunda conversión para que la vida de las personas y las comunidades
exprese verdaderamente el carisma misionero que nos debe identificar en la
Iglesia. Solamente si vivimos entusiasmados por nuestra vocación, podremos
entusiasmar a otros. No olvidéis esta prioridad.
El Papa nos decía a los religiosos: “despertad al mundo”. No puede
despertar a nadie quien está dormido. Que esta Asamblea de MICLA y el Capítulo
General nos ayuden a vivir vigilantes para que la llamada del Señor nos
encuentre dispuestos a ponernos en camino hacia las metas que el Espíritu nos
señala hoy.
Gracias al P. Mario y a los otros miembros de la Junta Directiva que
han animado la vida de la Congregación en América durante estos primeros tres
años de MICLA.
Un abrazo fraterno,
Josep M.
Abella, cmf.
Superior
General
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