Con la llegada de miles de jóvenes del mundo
entero y el Papa Francisco a Rio de Janeiro se ha puesto en marcha la
vigésimo octava Jornada Mundial de la Juventud, bajo el lema evangélico «Vayan
y hagan discípulos a todos los pueblos» (Mt 28,19).
MICLA invita a seguir este evento con
ojos claretianos, a través de la iniciativa reunir antes y después de las
jornadas oficiales a los grupos de las comunidades claretianas venidas de todos
los confines de la Congregación.
Éstos son los enlaces de los sitios
web, a través de los cuales podemos seguir la programación, los momentos más
significativos, las palabras, las imágenes, el mensaje y el compromiso de la
Jornada:
- La JMJ en el reporte oficial del Vaticano en español, portugués, inglés y francés.
- El Encuentro de la Familia Claretiana en la Jornada mundial: JMJ2013+FC.
- La provincia de Colombia-Ecuador ha enviado una entusiasta delegación que lleva y muestra por doquier una consigna "Catatumbo resiste", quieren llamar la atención en tono profético, sobre la situación de los campesinos de esa y tantas regiones pobres de latinoamérica. Ellos nos cuentan su vivencia de la JMJ en la página web de la Provincia.
- La JMJ puede seguirse también con mirada amplia y crtica a travers del Catalejo de Pepe, el interesante blog del P. Agustìn Cabré de la Provincia de San José del Sur.
Este espacio queda
abierto para que desde Rio de Janeiro o desde cualquier lugar vayamos
comentando sobre este significativo evento eclesial.
Para empezar, Marco
Antonio Velásquez, nos enviaba un correo electrónico con este comentario: “Mañana comienza una nueva historia, que será
acontecimiento en la vida de la Iglesia. Seremos testigos de ello. Estemos
atentos a su acontecer. Comparto mi esperanza a modo de reflexión. Un abrazo”
LA IGLESIA DESPUES DE RÍO
El 22 de julio de 2013, día de santa María Magdalena, quedará marcado en la
historia como aquel en que una Iglesia peregrina de la historia y portadora de
esperanza, luego de sucumbir a las tentaciones humanas, reencontró el rumbo del
Evangelio.
Así como en la vida de Magdalena, la historia de la Iglesia muestra que no
siempre la fatiga y los desvelos humanos han producido los frutos esperados por
Dios. La nitidez del Evangelio se convierte en un espejo que deja al
descubierto las propias claudicaciones que, al fin y al cabo, advierten que la
Iglesia -como institución- es permanentemente tensionada por la gracia y el
pecado. De ahí que la Iglesia, como “esposa de Cristo”, lleve en su impronta la
condición de “casta et meretrix”, como precozmente, en el sigo IV, fuera
enunciada por san Ambrosio.
El apego al poder, la mantención de ciertos privilegios y la tutela de la
conciencia humana y social, muchas veces en la historia han distraído el
caminar de la Iglesia en su fidelidad al Evangelio.
En el último siglo, hay abundante evidencia de la profundización de una
crisis en la que la Iglesia institucional, paulatinamente, fue tomando
distancia de los grandes problemas humanos, con lo que terminó alejándose de
multitudes de hombres y mujeres.
El miedo a los cambios y la primacía de un espíritu condenatorio han
marcado el ritmo de un proceso largo y doloroso, que han llevado a la Iglesia
por la senda de comenzar siendo una minoría significante, al peligro de
terminar siendo una mayoría irrelevante.
Resultan reveladoras las efemérides de este proceso de distanciamiento
social de la Iglesia, que como una crónica recopilada por José Comblín en “El
Pueblo de Dios”, da cuenta de una tendencia inexorable:
- Con la Ilustración, perdimos a los intelectuales.
- Con la Revolución Industrial, perdimos a la clase obrera.
- Con la Humanae vitae, en 1968 perdimos a las mujeres.
- Con la Instrucción Libertatis nuntius, en 1984, que sanciona a la Teología de la Liberación, perdimos a los pobres.
- Con la timidez de la Conferencia del Episcopado Latinoamericano en Santo Domingo, que no tuvo el coraje para formalizar una “opción preferencial por los jóvenes”, perdimos a la juventud.
- Con el abuso de muchos miembros del clero contra menores, comenzamos a perder a los niños.
Al final de esta larga historia de desprendimiento social, el papa
Francisco arribará a Brasil, al país –todavía- más católico del mundo.
Ahí se encontrará con los pobres, a quienes traerá de vuelta al corazón de
la Iglesia, como el tesoro de san Lorenzo. Ahí se encontrará con esos apóstoles
inclaudicables del Evangelio, que con más de algún abrazo simbólico estará
reconociendo gratitud por esa fidelidad insobornable de acompañar y mantener
viva la esperanza en medio del hastío.
Ahí encontrará a más de algún teólogo de aquellos que, con su reflexión
evangélica, abrieron la senda de la liberación a tanto cautivo sufrido;
ofreciendo alguno de esos gestos significativos para remediar tanto escarnio y
silencio. Ahí, estarán acompañándolo cercanamente los gritos liberadores de
Nehemías, de Isaías, de Jeremías y del Bautista, porque desde Río, del
continente de la esperanza, el magisterio social de la Iglesia volverá a resplandecer
con la urgencia del tiempo que espera frutos.
Desde esa tierra, esparcida de las huellas de Hélder Cámara, la Iglesia
institucional volverá a encontrarse con el Pueblo de Dios. Nuestros jóvenes
serán testigos de ello.
Marco Antonio Velásquez Uribe
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